La semana pasada, a la vuelta de las vacaciones, encontramos en el patio unos pequeños brotes de castaño. Más de una castaña había germinado y empezaron a ponerse sus vestidos verdes asomando su tallo fuera de la tierra.
Con mucho cuidado, escarbamos en la tierra y cogimos dos de ellas para observarlas y poder aprender de esta nueva experiencia.
Al entrar en clase, estuvimos observándolas detenidamente y fue muy gracioso ver como le habían salido una especie de pelos (raíces) y un tallo largo con hojas a dos de las castañas con las que seguro durante el otoño habríamos jugado mil veces.
Este hecho casual nos llevó a empezar a aprender una bonita poesía y a disfrutar de diversas experiencias de aprendizaje como:
- Observar la castaña e identificarla como semilla.
- Darnos cuenta de las necesidades básicas de las plantas.
- Responsabilizarnos en el cuidado de nuestro pequeño castaño.
El miércoles habían pasado dos días desde que la cogimos del patio y al llegar a clase nos dimos cuenta de que algo le estaba pasando. Ya no estaba igual, está como triste -decía uno- y se está poniendo negra- decía otro- ¿qué le pasará?... Sentimos la necesidad de cuidarla y entre todos averiguamos las tres cosas esenciales que necesitan las plantas: tierra, agua y sol que les de luz y calor.
Manos a la obra pusimos a nuestra castaña en la tierra con la esperanza de que a medida que transcurra el tiempo se convierta, quién sabe, en otro de los preciosos castaños que hay en nuestro patio.
Y en esos tarros que mira Kai, ¿qué habrá?...
Eso lo dejamos para otra entrada.
que buena historia
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